Casi 1.000 días y 46 Grandes Premios después de haber ganado su última carrera en MotoGP (Malasia 2010), Valentino Rossi, volvió a vencer en la máxima categoría del motociclismo mundial.
En Assen, el circuito más emblemático y exigente por el que transita la categoría, el gran piloto italiano logró nada menos que su 80ª victoria en la máxima especialidad y acabó con las sugerencias de los bien intencionados de turno, respecto a su necesidad por un sicólogo deportivo u otros profesionales similares, “para ayudarlo a salir de la crisis de la primera parte del año”.
Rossi dio una verdadera cátedra de manejo y estrategia para ganar en Assen y, de paso, protegió la posición de su coequipier Lorenzo, enfrascado con Dani Pedrosa, en la lucha por el título.

El campeón por su parte, había sido despedido por su moto en plena lluvia durante las pruebas de entrenamientos previas a ese mismo GP de Assen, lo que le ocasionó la rotura de su clavícula y poco menos que su deserción, casi inmediata, de la prueba a celebrarse 35 horas después.
Sin embargo, con una gran actitud, el temperamento y profesionalismo del campeón –los mismos que tendría Rossi horas después para volver a ganar luego de casi tres años- se pusieron en marcha casi automáticamente, para iniciar un periplo en avión de alquiler y, finalmente, encontrar un instituto capaz de hacerse cargo de una intervención quirúrgica no bien Lorenzo llegara a sus instalaciones.

Cuando despertó de la anestesia, sus primeras palabras fueron, “…está listo el avión?”, de allí al circuito fue solo un trámite, unas horas después, las autoridades médicas del GP holandés le daban el alta para participar de la prueba, el sábado por la mañana.
El campeón largó 12º por su ausencia en la segunda sesión clasificatoria, donde se bajaron los tiempos de la primera, y arribó quinto, a dos escalones del podio clasificatorio, pero en el lugar más alto en el podio de los héroes…
Uno en lo más alto de la gloria, el otro en un rincón de su box, lloraron de emoción y fueron más grandes en este momento cuando, con la cara todavía encendida por lágrimas y dolor, Lorenzo decía, “estoy más contento que con ningún otro triunfo” y, a metros de él, Valentino, no podía ocultar que “…todavía no me parece creíble. Me tendré que acostumbrar a volver a ganar”.