Especiales ¿UN ARMA O QUÉ…?

LA “PICOLORO”

28/11/2024. En manos del público en general, la ubicua –y reconocida popularmente como pinza “pico de loro”-, ha sido causante de una devastación mecánica que aun hoy en día sigue provocando estragos. Pero no es su culpa y estos son nuestros argumentos en su defensa...

Por Héctor Cademartori

Desde California, USA

Para comenzar, y como dijo Jack el Destripador, vamos por partes:

Primero: la comúnmente denominada “picoloro” (bautizada así por el vulgo, motivo que explicaremos más adelante) es una herramienta de excelente diseño y utilidad.

Segundo: en manos de un operador calificado, con el énfasis calificado y no sólo en modo “operador”, brinda todas las cualidades de su excelente diseño y utilidad.

Estos dos puntos son primordiales para entender el resto de nuestra presentación y evitar confusiones y/o malos entendidos.

Como en tantos otros casos, la posibilidad de que el público en general tenga acceso a herramientas ha dado como resultado que operadores no calificados intenten completar tareas para las cuales no solamente no están capacitados sino que además, en la mayoría de los casos, tampoco entienden el funcionamiento de las cosas que pretenden arreglar.

De qué herramientas estamos hablando, preguntarán los lectores mas inquisitivos?

Además de la pico de loro podríamos agregar todas las del tipo eléctrico (agujereadoras y destornilladores) y las del tipo neumático. Especialmente éstas últimas aplicadas indiscriminadamente, por ejemplo, a tuercas de rueda que cuando las tenés que aflojar necesitás que venga Schwarzenegger (cuando era joven).

Es claro, al que hizo la rotación en la gomería, antes de tu auto le tocó una Caterpillar y dejó la pistola neumática con 90 libras. En consecuencia, cuando pinchás una goma en la ruta y tenés una de esas palanquitas que vienen con el auto, que tienen un anémico brazo de 20 centímetros de largo, las tuercas las afloja Montoto…o Arnold.

Pero nuestro tema es la pico de loro, o ‘’picoloro’’ como se pronuncia en ciertos círculos y/o circunstancias (especialmente, cuando uno está apurado y la pide a gritos porque no puede ir a buscarla), que en manos del no calificado abrirá sus poderosas fauces y, llevada a su máxima apertura, con sus mandíbulas “en paralelo” perfectamente posicionadas para la agresión, dentadura generosa y largos brazos permite aplicar mucha presión y atacar a grandes continentes en lugar de que el cretino de turno vaya a buscar la fija ó estriada de 19 mm y afloje la tuerca como Dios y gente como Oreste Berta mandan.

No es difícil identificar el uso indebido de la “picoloro” porque deja evidentes marcas de su dentadura filosa en las partes afectadas. Fácil de usar, versátil y compacta. Una combinación ideal e irresistible para el depredador casero.

Su prima distante, la pinza común, en cambio, es una herramienta noble y sería más que suficiente para las tareas diarias de una casa y del incompetente común. 

Su boca pequeña, que abre en ángulo, no en paralelo, y con dientitos pequeños, en el peor de los casos permite arruinar cosas también pequeñas; una tuerca de 10 mm como mucho. Sus brazos cortos tampoco permiten aplicar mucha presión con lo que se limita la acción del violador mecánico. 

En otras palabras, la pinza es un honesto 22 corto, mientras que la portentosa “picoloro” vendría a ser un 44 Magnum, es decir que no es para todos… 


El Editor Responsable de esta página, mecánico experimentado y preparador de motores de competición en una vida previa, agregó al leer estas líneas: “En situaciones críticas, la picoloro, salvó a más mecánicos que las vacunas del Dr. Salk a niños. Y ahora es un artículo indispensable que, por ejemplo, ante mi menguada fuerza física (los años pasan…) me ayuda como nada, ni nadie, para destapar un buen champán con corcho resiliente, ¡lo qué no es poco!”

Otra de sus primas lejanas es la veterana Stillson, llave de plomería, mucho más voluminosa aún en sus versiones más pequeñas y más difícil de aplicar presión, lo que la mantiene alejada de los cajones de las cocinas.

Y este es otro detalle específico y no menor: Los iniciados tienen sus herramientas en cajas destinadas mientras que el no iniciado guarda herramientas básicas en un cajón de la cocina donde mora, solamente, un destornillador Phillips, ya que si necesitara un destornillador plano usara un cuchillo... También habrá una linterna (habitualmente con las pilas gastadas), la cinta Scotch, un martillo chico, las llaves del candado de la puerta del garage y por supuesto… la “picoloro”.

Por estas tierras, los mejicanos las llaman muy acertadamente “pinzas perras’’ por la forma en que muerden. Y si hay un abusador serial de esta herramienta es el usuario hispano.

Con una pico de loro y una llave de 7/16 son capaces de cambiarle la junta de la tapa de cilindros a un Falcon. El resultado es cuestionable, pero lo hacen. 


Resumiendo, la pinza pico de loro es la herramienta más devastadora que ha caído en manos del público consumidor causando innumerables estragos mecánicos.

Si los americanos se hubieran dado cuenta, en la Segunda Guerra Mundial en vez de bombas habrían tirado miles de picos de loro y, de haber sido así, todavía estarían reconstruyendo Alemania porque las pico de loro no se gastan, solo se pierden, y siguen haciendo daño por generaciones. 

Sus víctimas, millones de tuercas redondeadas entre otras violaciones mecánicas, han quedado como mudos testigos del abuso.

Un instrumento diabólico en manos del no iniciado que, en la modesta opinión de quien firma, se tendría que vender con estrictos requisitos, como las armas y, hasta con permiso de portación!

O por lo menos, el potencial comprador tendría que completar un curso de capacitación para recibir el permiso de comprar una pico de loro. Acabaríamos así con el círculo vicioso y con por lo menos un sector de los terroristas de la mecánica.

La venerable “picoloro” es inocente, los que la utilizan mal, no…

Damas y caballeros del jurado, la defensa descansa.

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Nota de la Redacción (NdlR): nacida en una trasnochada velada, aunque sin alcohol, la charla entre quien suscribe y el autor de la nota, revivió en cierta medida el ‘viejo espíritu’ que alguna vez animó el Para Risas Corso de los ’70 donde, por ejemplo, entre las notas más destacadas hubo una que recordamos: “Como desinflar una goma”.

El intercambio siguió con ese mismo tenor hasta que apareció “la picoloro” y allí el tema pasó a delirante… Nuni se lo tomó tan “a pecho” que propuso, e hizo, el meduloso informe que antecede.

Como editor de V8, no me pude negar a sumar en este espacio a este querido amigo y prestigioso colega, con el que viví gran parte de mi vida profesional y afectiva en Corsa, a través de una de sus realizaciones más profundas y elaboradas.

Quizás se repita…

Ricardo Delgado

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