Después de un largo período de inquietud motivado por las decisiones de la Comisión de Transportes de la Unión Europea en referencia a la entrada en vigor de la nueva norma de emisiones Euro 7, finalmente, esta no entrará en vigor a mediados de la década como estaba previsto, sino recién en 2030.

Los fabricantes venían advirtiendo desde hace tiempo de la negativa de sus reclamos ante la Comisión de Transportes de la Unión Europea quien, hasta el momento, había ignorado por completo cualquier tipo de negociación por los nuevos estándares de emisiones para los próximos años.

En favor del reclamo de los fabricantes, vale apuntar, la fenomenal inversión necesaria para adaptar los motores ICE a las nuevas y exigentes normas de homologación, la imposición obligada por los eléctricos justo en el momento en que estos sufren una sensible baja en la demanda y, como si fuese poco, con la amenaza china de por medio. Por esto, la alarma lanzada por las automotrices cada vez sonaba como más dramática…

Finalmente, un 'golpe de realidad' sacudió al organismo europeo, que está empezando a ver que sus políticas ultra restrictivas, no son objetivos tan fáciles de lograr en apenas una década. Si a finales de 2023 se decidió que la nueva Euro 7 entrase en vigor en 2026 -con una regulación más laxa para los 0Km- ahora, el Parlamento Europeo, que es el que tiene la última palabra dio un paso gigantesco y, volviendo sobre lo desandado, retrasando la entrada en vigor de esta controvertida regla, o sea, cinco años después de lo previsto.

Una decisión fundamental para las marcas, ya que los límites actuales de las emisiones que propone la norma Euro 6 para los vehículos de Turismo y Comerciales Ligeros, se mantendrán vigentes hasta el 1º de julio de 2030. Respecto a los camiones y autobuses, la normativa continuará por un año más.

Los plazos de implementación no son la única novedad. También se ha eliminado una de las cláusulas más importantes y en la que las automotrices hacían hincapié, ya que suponía un incremento de precios brutal en los modelos chicos: las muy estrictas pruebas en tráfico real. En ese sentido, la primera alarma sonó por el lado de VW, que en su momento apuntó, decididamente, a la probable eliminación de Polo. A tal punto era real esto que la marca destacó que prefería cancelar el utilitario antes que aumentar el precio de venta en 5.000 euros, y como agravante, poniendo en la lista de las probables desapariciones al Fabia, de su marca Skoda, en segundo lugar.

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