Sin ganar ninguna etapa (“había que ser constante y terminar la carrera”), a los 61 años, sobre un vehículo complejo, de difícil puesta a punto, que no se destacaba por su confiabilidad, Carlos Sainz consiguió su cuarto título-Dakar en la edición nº46 de la máxima aventura del deporte motor.

Batiéndose en la parte final de la carrera con uno de los oponentes más duros que podía haber tenido, Sebastien Loeb (con cinco triunfos, fue el máximo ganador de etapas de esta edición), con un estado físico-mental que envidiaría cualquier veinteañero y poniendo sobre la arena y las piedras la experiencia de dos títulos mundiales de rally y tres victorias-Dakar, el español, gestionó su carrera enfocado como nunca en el resultado final.

Solo de esta forma se explica que haya ganado, después de casi 8.000 kilómetros de carrera, con más de 1h20m de ventaja sobre un notable Guillaume De Mevius, y con casi 1h30m sobre la combinación más desafiante, el BRX Hunter con Sebastien Loeb, en una edición increíblemente 'masacrante' para tripulaciones y, sobre todo, vehículos.    

Victoria aún más valorable si se tiene en cuenta que horas antes de largarse la edición 2024 de la carrera, la marca anunciaba que todavía no tenía definida su participación en el mundial de W2RC, aunque era seguro que esta iba a ser su última participación en el Dakar (cumpliendo con el plazo de tres años que anunció originalmente y derivando esfuerzos y dinero en el proyecto F1). O sea, tanto para la marca, como para sus pilotos, lograr el hito histórico que suponía ser el primer ganador con un auto eléctrico del Dakar, era cuestión de “la última bala”…

Confirmando esto y el nivel de exigencia de este Dakar en particular, Rolf Michl, máximo responsable del programa deportivo de Audi, esbozaba en forma elocuente un balance de la gestión de la marca en el mediodía de la prueba: “El Dakar es como una carrera de 24 horas, pero que sucede durante doce o trece días seguidos. Compites con una tecnología que normalmente se expone a condiciones muy extremas e intensas. Y el programa de este Dakar es, probablemente, el más complejo al que nunca se haya enfrentado Audi Sport”.

Tras dos primeros intentos fallidos esta vez, la “versión 3” del Audi RS Q e-tron (bautizado, tan pronta como peyorativamente como “La Licuadora” por algunos de sus rivales), estuvo más cerca de ser un buggy que de la silueta original de 2022. Sin embargo, la aligerada y modificada variante, mantuvo sus conceptos básicos.

La tracción integral del vehículo de dos toneladas se mantuvo con impulsión eléctrica a través de la energía suministrada por la batería, acumulada por la gestión de un motor de combustión interna, naftero, de origen VW, el IL4/2.0 litros, utilizado previamente en el DTM. Unidad con funcionamiento continuo a más de 6.000 rpm, aunque emitiendo un 60% menos de CO2 que un motor similar, por la utilización de “residual fuel-based reFuel”, según la marca. Unidad que era el único que “se hacía oír” del Audi en el desierto saudí, aunque nunca intervino en la transmisión de la potencia al piso, sino como generador de energía para alimentar a la batería de alto voltaje.

“Los Audi van a aguantar bien dos o tres etapas, después se van a casa...”, había augurado el campeón 2023 de la prueba y casi local Nasser Al-Attiyah. Desafiante, soberbio y hasta manipulador, el comentario del qatarí amagó que iba camino a cumplirse con los problemas sucesivos que retrasaron a Mattias Ekström y Stephane Peterhansel sobre los otros dos RS Q e-tron (en la general-general, finalizaron 48º y 55º respectivamente). La marcada falta de confiabilidad de los Audi pareció ser otra vez “el talón de Aquiles” del proyecto, pero ahí apareció Carlos Sainz…

Determinado, constante, enfocado, hasta merecedor del comentario del piloto de F1 de Ferrari, su hijo, quien abrazándolo en la llegada a Yanbú sentenciaba, “nunca lo vi correr de una manera tan inteligente”. ¿Quizás temeroso? puede ser, la sombra de aquel abandono en el Rally de Inglaterra de 1998, a menos de 500 metros de la llegada, cuando sólo con cruzar la meta se coronaba campeón del mundo de WRC por tercera vez, habrá desfilado más de una vez por su cabeza hoy a la mañana, cuando se aprestaba a largar el último tramo. Pero la suerte estaba echada…

Esa “última bala” llegó, certera, al destino soñado…El Matador, una vez más 'hacía centro', como en 2010 con el Touareg diésel de VW, en 2018 con Peugeot y en 2020 con el Mini, se coronaba ganador y lo hacía, nada menos, que convertido en el primer triunfador de un Dakar sobre un auto eléctrico, alcanzando cuatro victorias con cuatro marcas diferentes y a menos de tres meses de cumplir 62 años!!…

Rod Duke

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