Las acusaciones y sospechas de espionaje entre China y EE.UU. no son novedad y, con distintos niveles de intensidad, es un tema que ya tiene una historia de muchos años.

Globos “de vigilancia”, satélites, torres de telefonía, compras sospechosas de terrenos, 'infiltración' de empresarios, estudiantes o científicos, etc, etc, se alternaron en un “juego de espionaje” que parece interminable…

Ambos países, frente a la opinión pública, supuestamente se llevan bien, pero “los dientes apretados” entre ambos existen de forma más que evidente. Ambos sospechan siempre de las empresas del otro país asentadas en su propio territorio. Así como ahora pasa con Tesla en China, también sucedió con Huawei en EE.UU. hace unos años.

El último capítulo de esta trama se desarrolló en China y tiene como protagonista a uno de los principales partícipes norteamericanos instalados en ese territorio, con el agravante –para los chinos- de que se trata de Tesla, una de las compañías con mayor nivel de tecnología de punta. Para la marca, el escenario local es su segundo mayor mercado del mundo y donde se ubica su planta más productiva (allí, se hacen los Model 3 e Y) con todo lo que significa este desarrollo de un referente norteamericano en China donde, además, "la cuestión eléctrica" es, decididamente, un tema de estado!!

Esto último, lo corrobora el hecho de que en ocasión de la visita oficial del presidente Xi Jinping, a la ciudad de Chengdu, en el centro del país, con motivo de la apertura de los ‘juegos universitarios’, sugestivamente, se prohibió la circulación de vehículos Tesla por determinadas áreas de dicha ciudad.

Las sospechas de espionaje reaparecieron con esta decisión, al considerar que la tecnología que utilizan los vehículos norteamericanos, con gran cantidad de sensores y cámaras en su exterior e interior, podían suponer “un peligro para la seguridad nacional de China”.

Esto está en línea y recuerda cuando China prohibió la entrada y circulación de vehículos de la marca Tesla por las bases militares chinas, en los complejos de viviendas de altos cargos, e incluso en toda una ciudad turística como Beidaihe, al este de Pekín, donde acostumbran a ir de vacaciones personalidades del Partido Comunista.

 Elon Musk, dueño de Tesla, reiteró que sus vehículos no espían ni en China ni en ningún otro país. Además, aseguró que los “datos que generan los autos de Tesla en China se almacenan exclusivamente en servidores de ese país”.

Lo único que parece concreto es que, sea real, sugerido o inventado este “juego de espías”, difícilmente veremos a China y EE.UU. modificar su actitud, por lo que todo indica que ambos continuarán con sospechas continuas y con amenazas “a la seguridad” de uno u otro país que, en este caso, tienen a Tesla y China como protagonistas.

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