Especiales 1000 MILLAS SPORT 2018

EL ESPÍRITU SIGUE INTACTO

26/11/2018. Una serie de acontecimientos me llevó, 20 años después, otra vez a Bariloche para vivir (y de alguna manera, hasta protagonizar) la 30ª edición de “el clásico de los clásicos”…






“Mire, la gente de Audi me recomendó a usted como la persona indicada para conducir la ceremonia de entrega de premios de las 1000 Millas”, palabras más, palabras menos, esa fue la sorprendente propuesta de Carlos Lindenbaum, secretario de rally del Club de Automóviles Sport de la Argentina (CAS) y director general de las 1000 Millas.
Salvo por alguna que otra charla puntual, algo de radio y televisión que hice esporádicamente en los 50 años que llevo en el periodismo del motor, la locución casi nunca estuvo en mis planes. Lo mío siempre fue lo escrito, la gráfica, que tiene en la redacción, la fotografía y la edición aspectos que todavía me apasionan.
Sin embargo, la propuesta resultó tan tentadora que, una vez más, me atreví, aunque…
La celebración de los primeros 70 años de vida del CAS (10/03/48) y el hecho de ser esta la 30ª edición de las 1000 Millas, le daban un carácter muy particular a la propuesta, pero aún no me convencían. Hasta que “haciendo memoria” recordé que habían pasado exactamente 20 años de cuando corrí junto a ese gran profesional y compañero de viaje que fue Germán Sopeña, las 1000 Millas de 1998. El hermoso recuerdo de aquellas, sobre el estupendo BMW 507 del museo de la marca que nos gestionó José Janeiro Figueroa, hombre fuerte de la marca en Argentina en aquella época, fue tan convincente, que ni siquiera dudé…
La explanada trasera del magnífico Llao-Llao podía poner en clima a cualquier desavisado con la presencia de un Peugeot 403 y una cupé Fiat 1500 que, en la cena de entrega de premios, serían rematados para la institución Banco de Alimentos que, dicho sea de paso, cumplía también 10 años de presencia junto a la competencia.
Y no debió pasar mucho tiempo para que el clima se convirtiera en clímax, cuando con cada atardecer comenzaban a llegar los autos…
Entonces, desfilaron los recuerdos al paso de cada Jaguar, Bugatti, Porsche, Maserati, Riley, Ferrari, Alfa Romeo, etc; con varias decenas de años a cuestas, pero impecables y casi tan orgullosos como sus polvorientos y demacrados conductores.
Recordé entonces lo que hace dos décadas había vivido y las emociones que despertaron los 150 CV del V8 de aquel Be-eme, con el que cruzamos a Chile por el paso Samoré y con el que, entre anécdota y anécdota, manejara German o yo, casi siempre llegábamos entre los primeros para iniciar un nuevo tramo clasificatorio. Y también desfilaron los nombres, El Mangrullo, Confluencia, Alicurá, San Martín de Los Andes, Cerro Bayo, El Baqueano, El Foyel, La Alazana y otros, no siempre coincidentes con los lugares que nosotros habíamos cruzado, pero claras referencias de los últimos años de la gran competencia.
Mágicas aquellas 1000 Millas de 1998, no menos fantásticas estas del trigésimo aniversario, con el entusiasmo a flor de piel de un parque de 107 tripulaciones que largaron la prueba, que no supieron de renuncios ante un miércoles lluvioso y complejo, un jueves conflictivo (a cargo de los sindicalistas de turno, buscando “repercusión” a puro piquete) y de viernes y sábado más relajados, aunque con la ansiedad jaqueada también por la definición de la prueba y el inminente “recontrasuperclásico River-Boca”, que hasta hizo que la etapa final se acortara para poder verlo.
Finalmente, esos sectores sociales retrógrados que, en parte unos y en su totalidad otros se salieron con la suya, no pudieron estropear la renovada promesa que propuso la edición 30ª de las 1000 Millas.
Donde la historia una vez más recuperó su memoria y se paseó por uno de los escenarios más impresionantes del país de la mano de grandes marcas de la industria automotriz mundial, impulsada por la actitud y la dinámica de ese centenar de tripulaciones, muchas de ellas integradas por generaciones bastante más jóvenes que las que estuvieron en 1998, me hicieron pensar que las 1000 Millas Sport de la Argentina conservaban todavía el mejor de sus atributos: su espíritu.
“Buenas noches Señoras y Señores, mi nombre es Ricardo…”.
RD





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