El palmarés de la Ferrari 250 LM de la colección Perez Companc (chasis 5845), que ganó los principales premios en Autoclásica, entre ellos, “Best of Show” y “Germán Sopeña” indicaba que, en manos de Jochen Rindt, había sido vencedora del “Gran Premio de Austria de 1965”.
Efectivamente, así sucedió, aunque no se trató, como el título de la competencia sugiere, de un verdadero Gran Premio (rótulo reservado, exclusivamente, para las competencias de Fórmula Uno desde el origen de estas), sino de una prueba con envergadura sensiblemente menor.
La carrera se disputó en el aeródromo de Zeltweg, sobre el mismo trazado improvisado de 3,2 kilómetros donde, en 1964, se había realizado un ‘auténtico Gran Premio de Austria de F1’ (puntable por el mundial de pilotos de ese año), prueba que ganó Lorenzo Bandini con una Ferrari 156.
Como la F1 no iba a volver a Austria en 1965, los organizadores locales decidieron, en su reemplazo realizar, con vehículos Sport-Prototipos, las ‘200 Millas de Zeltweg’, (nombre que se ajustaba mucho más a la realidad de la competencia) bautizándolas falsamente como “Gran Premio de Austria 1965”, a los efectos de seducir y manipular al público local que había concurrido en número interesante en 1964.

La competencia se realizó sobre 100 giros y luego de una encarnizada batalla con Mike Parkes (Ferrari 365), Jochen Rindt resultó vencedor con la Ferrari 250 LM que, 51 años después, volvería a ser coronada, aunque con otro tipo de premiación, en el marco mucho más relajado de Autoclásica, en el hermoso boulevard del hipódromo de San Isidro…
Paradójicamente, también una Ferrari 250 LM con Rindt (chasis 5893), acompañado en la ocasión por Masten Gregory, logró algo mucho más relevante, como fue la victoria absoluta en las 24 Horas de Le Mans de ese año, último triunfo de Ferrari en Le Mans.
De haber sido esta última, sin duda, los Perez Companc hubieran tenido que desembolsar una suma significativamente mayor que los u$s 4,5 millones que pagaron por la estrella del último domingo en Autoclásica 2016.
Estoy seguro que el mismísimo Germán Sopeña, como compañero y profesional que era, hubiese agradecido estas líneas… ..............................................................................................................................................