Resulta poco creíble que un vehículo cuyo diseño original se dibujó en la arena de Red Wharf Bay, se convirtiera, a través de hechos y personajes, en uno de los emblemas más importantes de la industria automotriz británica y del mundo.
Que llega hasta nuestros días con casi ninguna inclinación de su parabrisas, con una caja que puede albergar, tanto un baúl, como un cadáver de león o búfalo, con el neumático de auxilio colgado en el portón trasero y que, sin embargo, encantó desde Winston Churchill hasta la realeza británica y tuvo protagonismo en cuanta guerra se libró desde los ’50 hasta el film Tomb Raider en manos de Lara Croft.

Este verdadero compendio de la historia automotriz mundial que es el Land Rover Defender, dejará de producirse definitivamente en pocas horas...
Y lo hará llevándose una gran historia, truncada por su líneas cuadradas en desacuerdo con las normas de seguridad para peatones, sus fenomenales emisiones de CO2, sin posibilidad de pantallas táctiles, ni conectividad móvil y ni hablar de airbags o recarga de celular!...
Más de 2.000.000 de Defender fabricados serán el testimonio palpable de su paso, incólume ante tendencias, modas o necesidades, aferrado a una autenticidad que, sin embargo, lo llevó a convertirse en sinónimo de una marca que hoy lo pierde como guía, como su verdadero buque-insignia.

En agosto pasado comenzó su lento proceso de despedida.
Fue cuando la unidad dos millones, construida por varias de las manos de los ejecutivos contemporáneos que guiaron su paso, se subastó a beneficio, iniciando la puja con humildes 20.000 libras esterlinas (casi su precio de venta a público) para trepar hasta las 400.000 al cabo del tercer martillazo.
Un destino poco menos que marcado, a partir que el Defender nunca evolucionó, “ni para las botineras ni para los personajes urbanos”, amparándose en un precio muy bajo y la citada autenticidad, argumentos consolidados entre hacendados y gente de trabajo.

El Defender no siguió los pasos del Wrangler, último descendiente de un contemporáneo suyo, el Willys de los ‘40 y, sin embargo, está muy lejos de ser clasificado como “un romántico fracaso”.
En 2015 se comercializaron algo más de 20.000 unidades, cifra bastante menor de las 56.000 por año que se vendían en los ’70, aunque el número no ponía en riesgo su continuidad, sin embargo, las necesidades y urgencias de un mercado ávido de SUV, al cual JLR se enfrentaba con un Defender que no podía evolucionar, plantearon la disyuntiva más crucial de sus 68 años de existencia, “cambiar o morir”.

“Era hora de pasar a un nuevo capítulo”, enfatizó Nick Rogers, jefe de ingeniería de Jaguar Land Rover (JLR), decretando poco menos que su desaparición.
Ni siquiera se barajó la alternativa, siempre dramática en este caso, de “mantener la autenticidad, añadiendo comodidad y tecnología”, pero en el decálogo del Defender esto era absolutamente inviable: ¡como puede ser tecnológico y cómodo, un vehículo que se conduce con el agua hasta la cintura!!!...