Cumpliendo años a la par con esta edición del Rally de Argentina, la de 2015 reavivó una gran cantidad de pasajes de aquella primera que se celebró en Tucumán en 1980 y que fue objeto de una cobertura por parte de quien suscribe, junto a Jorge Fernandez Morano y Eduardo Neira, para la revista por entonces más representativa de la actividad y líder de opinión en materia de automovilismo, Corsa.
Un período lo suficientemente largo para establecer diferencias, pero no tanto como para que no nos encuentre con la misma vocación y las mismas ganas de concurrir a la prueba mundial más emblemática que tiene la Argentina.
Sensación a partir de la cual, solo restó apuntar la memoria y comenzar a tejer recuerdos con las vivencias de este aún muy fresco rally mundial de nuestro país.
Aquella vez eran los Fiat Abarth 131 contra los grandes Mercedes. Una especie de David vs.Goliat que, sin embargo, era una figura engañosa, ya que los pequeños autos italianos estaban tan capacitados, o más, para vencer que las máquinas alemanas.
Rorhl, Alen, Bettega y Reutemann por el lado de los tricolores, enfrentando a Mikkola, Recalde y Cowan sobre los Mercedes.
Tal como lo propuso esta edición 2015, con los dominadores VW Polo R (25 victorias sobre 29 presentaciones) con su campeón Ogier a la cabeza, secundado por el último vencedor en Argentina, Latvala, y el prometedor noruego Mikkelsen.

Frente a estos, el auto que fuera sinónimo de rally hasta la llegada de VW, el Citroen DS 3 y su reformulado equipo, todavía no repuesto de la partida de su campeonísimo Loeb hacia el WTCC, con Meeke y Ostberg.
Y, en menor medida, los Hyundai y los Ford semioficiales, donde se mezclaban la experiencia de Sordo y la velocidad de Neuville con la promesa de Evans, Tanak, Paddon y Prokop.
Parque que lució más abundante en protagonistas que aquel de 1980, pero que en poco ayudó a la flaca lista de participantes de esta última edición (poco más de 40 enrolados en el WRC), nada que ver con los cientos de la primera...
Hace 35 años, habían sido más de 2.300 kilómetros de competencia, ahora, poco más de 340 de pruebas especiales, ¿tanto habrán cambiado las cosas?...
Sin embargo, hubo un denominador más que común.
La pasión, sobre todo del público cordobés, gente poco menos que de paladar negro para degustar el rally aunque, últimamente, quizás algo más enturbiado por el tetra y el fernet, que por la verdadera cata de la disciplina…

Las noches se hacían largas en los boliches de la capital tucumana en los ‘80, donde Jean Todt (si, el mismísimo presidente actual de la Federación Internacional del Automóvil) alternaba con la prestigiosa conductora de televisión Silvia Fernandez Barrios y Christian Geistdorfer (navegante de Rohrl) hasta altas horas de la madrugada. El ejecutivo de FIA vencería sobre un Talbot Sunbeam navegando a Guy Frequelin al año siguiente, pero en 1980, su ruta era otra…
Después de un corto tramo especial en Merlo, San Luis, y un enlace de casi 500 kilómetros (presencia obligada para que la provincia pudiera apoyar económicamente con un tercio de los 20 millones pesos necesarios para la realización de la prueba), la edición 2015 del Rally de Argentina solo mostró cambios de escenario, en cinco de los 12 recorridos programados como pruebas especiales, cifra que descendió dramáticamente sacando los dos superespeciales de pocos metros de extensión y todavía más si le sumamos a estos, el tramo nº9 que fue anulado por el accidente de Paddon.
Esto acumuló más público en menos lugares, una peligrosa superpoblación que, por ejemplo, fue determinante en el accidente del piloto Hyundai, ya que el sector (del cual estábamos a poco más de 100 metros) lucía abarrotado de personas…

Fue memorable la pasada de los Fiat Abarth 131 por Villa Nougués, al punto que El Más Grande de Todos, Juan Manuel Fangio, que la vio a metros de nosotros, nos deslizó, “parece una carrera diagramada por la gente de Fiat”.
Sin duda, los vericuetos de la maravillosa trepada de asfalto le caían mejor a los 240 CV y 900 kilos de los autos italianos que a los mastodónticos Mercedes 500 SLC de 350 CV.
Al cabo de cada etapa, la rutina nos llevaba a la habitación de Carlos Reutemann en el hotel que compartíamos con la mayoría de los pilotos. Corsa tenía un arreglo con Lole para que transmitiera sus impresiones de la prueba y de una actividad que lo vio nacer como piloto antes de dedicarse de lleno a los monoplazas y, más específicamente, a la F1.
Nunca vimos un Reutemann tan diferente. Abandonando su proverbial parquedad y mostrándose muy contento, casi hasta risueño, nos hablaba de sus impresiones como chico con un juguete nuevo, nada que ver respecto al Reutemann que encontrábamos en los GG.PP de F1.
Los 131 Abarth dominaron en 1980, tal como prometían hacer los Polo R en 2015.

Sin embargo, aquellos fueron más afortunados, ya que mientras el equipo oficial perdía a los autos de Alen y Bettega, allí estaba el veloz y seguro Walter Rohrl para defender los intereses de la marca, bien secundado por Reutemann que lograba un gratificante podio en una excursión poco acostumbrada para un piloto de F1 de los ’80.
Los VW sufrieron en esta última edición una debacle nunca vista en su participación en el rally. Problemas de motor para el campeón Ogier, de caja para Latvala y retraso de Mikkelsen, por una goma primero, que se transformó en abandono por un golpe después.
No obstante, el potencial estaba para seguir siendo dominadores, Ogier ganó el Power Stage, el legendario El Cóndor-Copina, último tramo especial que tiene todo rally a modo de vidriera para la televisión, que otorga tres puntos para el campeonato, con lo que su liderazgo en el torneo quedó a cubierto de cualquier acercamiento rival.
De esta falsa actuación de VW, emergió el equipo que más había perdido desde que la marca alemana ingresó al WRC, Citroen.
Victoria que llegó con la primera coronación de Kris Meeke, convertido en el primer piloto de origen británico que gana un rally desde 2002, cuando el fenomenal Colin McRae se impusiera en el mítico Safari de Kenya. Triunfo por partida doble ya que el 1-2 de la marca francesa lo cerró el noruego Mads Ostberg con otro DS 3, dejando el último escalón del podio para el inglés Elfyn Evans con un Fiesta WRC.

Algo que, difícilmente, hubiera ocurrido en condiciones normales a partir del incontrastable dominio de VW.
Dominio que, en cambio, si ejercieron en 1980, Rohrl y su Fiat Abarth 131, que aventajaron por casi 16 minutos a Mikkola y su Mercedes, cifra abismal si la comparamos con los poco más de 18 segundos que le sacó Meeke a su compañero Ostberg, sin embargo, habrán ido dándose cuenta de las diferencias entre una y otra edición…
Lo único que no cambió fue el espíritu. El mismo que nos llevó a Tucumán en 1980 y que nos acompañó a Córdoba aceptando la invitación de Volkswagen Argentina.
Cumpliendo nosotros también una fecha muy especial, no sin cierta nostalgia, aunque, finalmente, enrolados en lo más importante que propone nuestra profesión, la obligación de contar los hechos tal como sucedieron según nuestro criterio, aunque en esta oportunidad hayamos jugado un poquito más amparados por la ocasión, confiamos en que así lo habrán de interpretar…
RD