La dinámica surgida a partir de la conformación de FCA hizo temer a los círculos más tradicionalistas (americanos, sobretodo) que gran parte de los íconos más acendrados de las marcas del grupo Chrysler, pudieran desaparecer o transformarse, esfumándose su ADN original.
Una de las preocupaciones más grandes era, si a partir de su próxima generación, el Jeep Wrangler tomaría el camino de otros modelos para pasar de ser un TT puro, a un confortable y sofisticado SUV.
Algunos comentarios previos, acrecentaron la preocupación.
La confirmación por parte de FCA sobre que estaría equipado con motores más chicos, más eficientes y con turbo, disparó las primeras alarmas…
El adelanto de una nueva aerodinámica, reducción de peso a través de la presencia de aluminio y una nueva transmisión A8, aumentaron la expectativa a límites insospechados en toda la vida útil del modelo.

Sin embargo, para tranquilidad de la gran cantidad de fanáticos del Wrangler, la compañía deslizó que el icónico modelo mantendrá su diseño básico de suspensiones a través de ejes rígidos.
El sistema tiene la particularidad de que puede elevar la altura al piso del vehículo y permitiendo utilizar neumáticos de mayores dimensiones (algo que es mucho más difícil de lograr con suspensiones independientes) y facilita la gestión TT, posibilitando que el Wrangler pueda avanzar por las superficies más irregulares con todas sus ruedas trabajando solidariamente.
Como contrapartida, los vehículos con suspensiones independientes, son mucho más confortables, más fáciles de conducir y consumen menos, pero eso, a los verdaderos cultores de la propuesta Wrangler, era lo que menos les interesaba…