Industria Automotriz
HISTORIA
EL CANTO DEL CYGNET…
01/10/2013. No aplaudimos fracasos, pero si la osadía de aventuras que, a veces, pueden terminar mal. Como la de este pequeño e insólito Aston Martin que hoy llegó a su fin.
Nadie lo pudo comprobar, aunque fueron varios los que lo aseguraron a través del tiempo: poco antes de morir, el cisne, hermosa ave que apenas grazna, emite un canto tan melodioso que conmueve, como su postrera ofrenda ante lo inevitable.
Así fue como “el canto del cisne” se hizo popular a través de numerosas historias, anécdotas y hechos como el que hoy pasará a engrosar la larga lista.
Después de solo dos años, el Aston Martin Cygnet (pichón de cisne) dejó se producirse a partir de una realidad incontrastable: en la actualidad se patentan más Vantage V8 que Cygnet, cuando en realidad la misión del pequeño auto, era haber volcado el plato de la balanza totalmente al revés.
No tenía razón de ser que el “pequeño auto de ciudad” continuara en el catálogo de una marca tan emparentada con grandes y sofisticadas cupés deportivas y con prestigio centenario (precisamente, este año Aston Martin celebró sus 100 años).
Al menos, su razón de ser, se trastocó rápidamente al cabo de sus dos años de vida.
El pequeño Aston Martin nació como el “príncipe” del relato; mientras que el Toyota iQ era el “mendigo” destinado a las clases medio-bajas y proletarias, el Cygnet, casi un gemelo del auto japonés, apuntaba a los yuppies de turno y las clases más acomodadas como opción urbana.
Un “ciudadano exquisito”, leí por ahí, con terminaciones a mano, materiales interiores de primera calidad, pinturas laqueadas dignas de sus parientes mayores, en fin, con toda la impronta de auto de nivel superior, pero sobre un miniauto de apenas poco más de tres metros de largo y poco más de 900 kilos de peso.
Era la manera de interpretar, por parte de Aston Martin, el control de emisiones y la batalla por el espacio que se venían como requerimientos de la Unión Europea.
Y también, especulando un poco, con la prosapia de su nombre adosado a un hasta excéntrico “juguete para niños ricos”, a menudo tan superfluo como tentador.
Lo concreto era que mientras el Toyota iQ cumplía con su cometido, el Cygnet, a razón de 31.000 libras esterlinas por unidad, doblaba el precio del auto nipón, pero vendiendo una ínfima parte de lo que vendía su hermano pobre.
No obstante las presunciones, además, el Cygnet no emitía tanto menos gases nocivos al ambiente como se suponía a partir de un motor 1.4 litros de 100 CV, por lo que su futuro invitaba a una profunda reconversión del modelo.
Los temas se fueron sumando y la decisión final llegó cuando Mercedes Benz selló un acuerdo con Aston Martin para equipar su línea de modelos con motores AMG a mediano plazo, lo que proporcionará a la marca de origen británico tecnología de punta para sus propulsores, una forma de reducir drásticamente y en forma más efectiva, las emisiones de CO2.
Probablemente, el Cygnet, hubiera necesitado otra cosa para convencer. Quizás la potencia de una de las siluetas del 500 (Abarth Tributo Ferrari) con 180 CV, o algo que lo convirtiera en”un juguete rabioso en vez de un juguete costoso”, demorando al menos, el “canto del Cygnet” con el que hoy acaba de culminar…