Hablar de rally siempre agita mi memoria…
Un trasnochado desfile de imágenes donde se agolpan… cuando fui navegante del seudónimo “El Orejano” y salimos segundos en el Gran Premio de 1972… cuando se corrió el primer Rally de Argentina de 1980 e hice un tramo reconociendo la ruta con los a la postre ganadores, Rohrl-Geistdorfer, abrazado a la jaula del Fiat 131 Abarth y sacando fotos…cuando vinieron los Audi quattro, con el gran Di Palma a cargo de uno de ellos y me tuve que ocupar de su seguimiento para Corsa…cuando el “Caballo” Recalde ganó en el 88 con el Lancia…cuando Miki Biasion me prestó su Escort muletto para hacer unos pocos kilómetros en la montaña y cubrirlo para Parabrisas…cuando el accidente del fenomenal Vatanen y el 205 T16…cuando la seguidilla de Makkinen ,…cuando recibí de Olivier Quesnel, DD de Citroen, una de las mejores definiciones ante mi pregunta “¿y como siguen motivados para ganar…?”, a lo que el valiente francés respondió :”por miedo a perder…” y, desde hace un tiempo a esta parte, con la irrepetible secuencia de Sebastien Loeb y sus victorias…

No sé si fueron momentos más o menos importantes, ni siquiera me lo cuestiono, lo único que puedo decir es que fueron mis momentos con el Rally en la Argentina y eso me alcanza.
Y lo hace como para predisponerme para un nuevo momento, tan o más especial que aquellos, pero de seguro no menos importante.
Y voy preparado para esto.
Cuando muchos de ustedes comiencen a leer estas líneas, Sebastien Loeb, probablemente, esté comenzando a despedirse del rally en la Argentina.
Eso, por si solo, ya convierte a esta 33ª edición del clásico argentino en algo muy especial.
Poco importará si Loeb gana o pierde, poco importarán sus 77 triunfos en rallies mundiales, sus nueve títulos máximos, las siete victorias en Argentina, porque el momento histórico estará muy por encima de esto.
Y eso es lo que tiene reservado y nadie le podrá quitar a Sebastien Loeb, un lugar en la historia…y yo sumaré otro momento.
R.D.