Opinión
TURISMO CARRETERA
SIGNOS ANUNCIADORES
29/10/2012. Apenas 15.000 personas en plena definición de la Copa de Oro en el Galvez, podrían ser la respuesta a controvertidas resoluciones en el último año de ejercicio de la ACTC. Desde no asumir responsabilidad en el accidente de Falaschi, hasta el manoseo reglamentario; pasando por una ?lucha de marcas? con autos irreconocibles y un cambio de pantalla que enfrió los ánimos del público.
Desde que comencé a transitar mi pasión por los autos, una cosa siempre fue segura: la categoría más popular de la Argentina era el TC. No digo que ahora no lo sea, pero convengamos que ha perdido mucha de esa popularidad que fue, históricamente, el motor de sus grandes realizaciones.
Y la retirada no se inició hace mucho tiempo, por el contrario, considerando que estamos hablando de una especialidad que está celebrando sus primeros 75 años, el fenómeno comenzó hace bastante poco.
Fue cuando la ACTC comenzó más a depender de su propia soberbia antes que confiar en su legítimo orgullo.
Luego de lo de Falaschi a fines del año pasado, la entidad organizó una conferencia de prensa en el nuevo y coqueto edificio de Bogotá al 100 a la cual asistí, y ahí me di cuenta de que nada había cambiado.
Cuando, con la complacencia de muchos colegas, el propio Oscar Aventín sentenció que no se sentían responsables por lo sucedido en Balcarce, supe que la soberbia le había ganado, una vez más, a la coherencia (y hasta a la prudencia mínima para tocar un tema tan triste como delicado).
Otro desatino ocurrió con el tema reglamentario hace algunos meses atrás, un insólito colofón a la larga lista de manoseos que recibió el mismo que, si mal no recuerdo, se inició en 2007, cuando Christian Ledesma se coronó campeón de la especialidad con varias carreras de anticipación antes de la finalización del torneo de ese año. De inmediato, esto creó una especie de psicosis en la plana mayor de la ACTC que, bajo el ampuloso rótulo de “paridad reglamentaria”, siempre está presta a las más inoportunas e insólitas modificaciones (en realidad, una idea absolutamente utópica, con dudoso asidero tecnológico, que se hace a los retoques y sobre la marcha).
En fin, la lista es larga, aunque la actitud es la misma: más allá que se siga hablando de “marcas”, los autos actuales son irreconocibles y tienen tantas cosas en común que parecen de una sola marca…o no, son contados los escenarios presentables donde realmente la categoría pueda competir, los desplantes de la dirigencia siguen castigando a todo aquel que no piense como ellos, etc, etc.
Son demasiadas cosas y muy seguidas como para no suponer que lo visto ayer en el Autódromo porteño, no sea una consecuencia de esto.
Seguramente habrá nuevas plazas que la categoría llenará de público, pero este fenómeno que antes se tomaba como habitual, habrá que comenzar a preguntarse si no es precisamente un fenómeno porque es una novedad o una prolongada ausencia.
La presentación en el Galvez de Buenos Aires, en plena disputa de la Copa de Oro, no definió nada, pero creo que marcó una tendencia.
El Autódromo capitalino siempre fue el gran barómetro de la categoría, su “catedral”, y que ayer haya lucido tan despoblado no augura nada bueno para una especialidad que, a pesar de todo, todavía es la más popular.
R.D.